Como en una galería de emociones, a través de intrincados laverintos cerebrales, pasillos de neurona adormecida y bombillas a punto de fundirse, sigamos el itinerario de todo lo que fue, es y será. Un camino simple pero estrecho, a veces intransitable, otras veces luminoso...otras solamente dolorido y roto. Pero todo lo roto es susceptible de recomponerse en la fábrica de arreglos de este museo (arreglos, chapuzas... qué más da) pues como todos sabemos el sol sale cada día y siempre es temprano para quedarnos a oscuras...y aunque no se pueda volver a vivir un sueño, no existe lluvia o dolor que dure eternamente.
Pero sin más dilación miremos a la derecha de mi mano, todo aquello que hice. Las imprudencias, los errores, etc...nunca son demasiados. Los fracasos anticipados no, esos se encuentran a la izquierda, junto a todo aquello que no hice; con todo lo que no me atreví a vivir y perdí por ello de antemano. A mi derecha hay un sinfín de rostros que estoy cada mañana descubriendo, miles de sonrisas, palabras de amor, palabras que son caricias. Miedos que superar, ángeles que rezan sin que haya un dios, batallas perdidas, batallas ganadas. Algunos escudos rotos que no valen para nada se apilan en la pared; son del material más duro, pero todos se rompieron, y así es como tenía que ocurrir. A mi derecha hay una rosa blanca que he regalado enamorada, un timbre al que llamé, un trampolín que me sirvió para saltar y llegar alto aunque luego caí... Rubén, fue hermoso amarte. Hay esfuerzos y batas verdes colgadas en la pared con exámenes fallidos, otros aprobados...ninguno falseado ¡podría haberos hecho caso con las chuletas, Hector, Kurco, Tita, Lobo! Hay un viaje estupendo, muchos viajes, muchas postales de castillos. Hay abrazos y besos, unos bien y otros mal dados. Ah, y también a la derecha estás tú, Mateo. Mateo, Boomer y otra gente.
A mi izquierda queda, como dije antes, todo aquello que no hice. De ello no kiero hablar porque solo con pensarlo me arrepiento, y es algo que siempre quedará con una interrogación en el olvido.
Al frente me queda una vía por andar, gracias a dios interminable de momento. Algunos amores inconclusos y miles de situaciones que no sé cómo seguirán...lo que sé seguro es que todo cambia. La certeza del cambio me tranquiliza. Adivino siluetas y momentos dorados en el horizonte siempre desconocido, siempre sorprendente. Nuevos y antiguos placeres, rostros, ojos...siempre bellos. Nuevas muertes también, pero eso no me asusta pues nadie nace para morir, de manera que no temo a la muerte. Detrás de cada muerte hay vida, siempre...salvo tras la muerte definitiva, y esa espero que tarde mucho en llegar. Saber que no hay regreso--aunque normalmente no pienso en ello-- me hace amar cada segundo del tiempo que voy gastando.
Y por último, a mi espalda queda mi pasado. Bonitas joyas expuestas en pedestales de color, tanto como algún cubo de basura interestelar a la deriva. Hay cosas del pasado que hoy siempre me acompañan, como la dulzura de las manos de Elena, los tatuajes de Ginel, la sonrisa de Kike, la primera vez que fui al cine con mis padres. Relegado en un rincón vive todavía el gran gigante oscuro, ya mermado y empequeñecido pero a veces aún hambriento, furioso, con fuego en los ojos de azabache. A mis espaldas hay más de un diamante rayado a mi pesar; sitios hacia donde es mejor no mirar y no volver, y también hay lugares que siempre añoraré y volveré a soñar con nostalgia.
miércoles, 1 de julio de 2009
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